DICHOSOS USTEDES LOS POBRES, PORQUE DE USTEDES ES EL REINO DE DIOS
Dios del amor, al reunirnos, abre nuestros corazones para que descubramos las verdaderas riquezas que deseas para nosotros. Ayúdanos a reconocer las bendiciones que se encuentran en la pobreza y el vacío de la riqueza terrenal. Guíanos para que encontremos satisfacción en nuestras necesidades y alegría en nuestras penas. Que podamos confiar en tu guía, sabiendo que nuestro mayor tesoro reside en tu amor y en tus promesas eternas. Amén.
Recuerda una ocasión en que un encuentro con alguien que atravesaba una situación difícil te hizo repensar el significado de sentirte verdaderamente bendecido.
3. HISTORIAS ALREDEDOR DEL MUNDO
El Padre Gustavo Gutiérrez, fundador de la teología de la liberación, comparte sus conocimientos en el seminario de los Padres y Hermanos Maryknoll en Ossining, Nueva York, el 12 de diciembre de 1984. (Maryknoll Mission Archives- C. Martín/EE.UU.)
La búsqueda de la justicia está bellamente encarnada en la vida y las enseñanzas del Padre Gustavo Gutiérrez, el fundador de la teología de la liberación, quien desafió al mundo a ver a los pobres no como prescindibles sino como bendiciones de Dios. El Padre Steve Judd, M.M., Director del Programa de Formación Misionera, se sintió profundamente conmovido por los escritos de Gutiérrez y los principios de la teología de la liberación. “Esta teología no comenzó con cuestiones doctrinales”, explica, “sino con la experiencia de fe vivida de los pobres en su búsqueda de significado”.
Durante años, el Padre Steve caminó junto a los pueblos indígenas en Perú y Bolivia, escuchando sus historias de esperanza, resiliencia y lucha. Hoy, lleva ese espíritu de regreso a los Estados Unidos, acompañando a las comunidades indígenas en todo el país. En un reciente viaje de inmersión al pueblo Lakota en Dakota del Sur, trazó profundas conexiones entre las luchas del pueblo Lakota y las personas a las que acompañó en Perú y Bolivia. La sabiduría del Padre Gutiérrez y el ministerio del Padre Steve nos recuerda que los pobres, en su fe y perseverancia, revelan lo que realmente significa ser bendecido.
En aquel tiempo, Jesús descendió del monte con sus discípulos y sus apóstoles y se detuvo en un llano. Allí se encontraba mucha gente, que había venido tanto de Judea y de Jerusalén, como de la costa de Tiro y de Sidón. Mirando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: “Dichosos ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios. Dichosos ustedes los que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Dichosos ustedes los que lloran ahora, porque al fin reirán. Dichosos serán ustedes cuando los hombres los aborrezcan y los expulsen de entre ellos, y cuando los insulten y maldigan por causa del Hijo del hombre. Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo. Pues así trataron sus padres a los profetas. Pero, ¡ay de ustedes, los ricos, porque ya tienen ahora su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que se hartan ahora, porque después tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ríen ahora, porque llorarán de pena! ¡Ay de ustedes, cuando todo el mundo los alabe, porque de ese modo trataron sus padres a los falsos profetas!” Lucas 6, 17. 20-26
5. REFLEXIONES SOBRE LA LECTURA
Ser pobre no es malo en sí mismo, pero la injusticia que lo causa sí lo es. Cualquiera que haya visitado o formado parte de las comunidades llamadas “pobres” a menudo descubre que, en efecto, son ricas y abundantes en muchos sentidos. Las palabras de bendición de Jesús a los pobres afirman esta abundancia, recordándonos que Dios está presente incluso en sus luchas. Sin embargo, no debemos romantizar la pobreza ni ignorar el profundo mal y la injusticia que la perpetúan. Las advertencias de Jesús a los ricos son reales, especialmente cuando su riqueza es a expensas de los pobres. La riqueza material no es garantía de verdadera alegría. Como discípulos misioneros, estamos llamados a vivir proféticamente, siendo solidarios con los pobres y abogando por la justicia. Sus vidas nos desafían a abrazar las Bienaventuranzas, a reconocer las verdaderas bendiciones que se encuentran en la humildad y a tener esperanza en un mundo donde prevalezca la justicia de Dios. Al hacer eso, descubrimos la riqueza de la verdadera alegría.
¿Cuál es un desafío o crisis que estamos enfrentando y que el Espíritu Santo nos está impulsando a ver como una bendición u oportunidad?
A veces, nuestra “riqueza” puede obstaculizar nuestra solidaridad con los demás. Elije un artículo de lujo al que renunciar y redirije esos recursos hacia una mayor solidaridad con los pobres. Por ejemplo, reduce el gasto en cosas no esenciales como el café o el entretenimiento y utiliza los ahorros para apoyar a un banco de alimentos, un refugio para personas sin hogar o un grupo de apoyo. Mejor aún, ofrece tu tiempo como voluntario y reflexiona sobre las inesperadas bendiciones de alegría que trae consigo.
Oh Señor, mientras avanzamos, abre nuestros corazones para que apreciemos a los pobres como tus tesoros y veamos tu presencia en los marginados. Guíanos para que vivamos en verdadera solidaridad, para que compartamos nuestras bendiciones con humildad y para que busquemos la justicia con amor inquebrantable. Que nuestras acciones encarnen tu compasión y que podamos reflejar tu reino en nuestra vida diaria. Amén.